La Magia de la Programación

«Programar es lo más parecido que hay a hacer magia.

¡Hola, hola!

Soy Federico Prieto, un economista que hace aproximadamente 10 meses encontró la oportunidad de trabajar en FDSA como CFO (ya sabéis… ¡finanzas!).

Desde el primer día me sentí como en casa, trabajando con un gran equipo, muy profesional, implicado y motivado.

Sin embargo, hubo un detalle que me encantó de este trabajo, y es, que desde el primer día pude volver a programar cosas (cabe destacar que hice la carrera de ADE, pero antes había hecho dos años de informática). Es decir, empecé a tocar de nuevo Excel, Google Sheets, VisualBasic, un poco del JavaScript de Google, además de tener la oportunidad de crear de cero un sistema de indicadores en Power BI.

Pasado poco tiempo, una compañera de trabajo me preguntó porque me gustaba tanto trabajar en una empresa de informática. Me quedé largo tiempo pensando en la respuesta, y no le respondí a su pregunta, simplemente porque no sabía cómo responder.

Federico Prieto

 

Tenía claro que en la ecuación de mi respuesta entraba algo, y es que a mi me encanta programar, pero nunca supe muy bien por qué. No sabía qué me tenía tan enganchado de este mundo.

Hace poco me encontraba en casa programando una aplicación para mi otra gran pasión, la formación, y mientras miraba que daban en la tele para ir escuchando de fondo, me encontré con Harry Potter y La Piedra Filosofal, la primera de las películas de esta gran saga de mi infancia, y me quedé hasta el final para verla.

Y ahí empecé a entender la respuesta a la pregunta. Recordé lo que sentía de pequeño cuando veía películas como Harry Potter, El Señor De Los Anillos, Matrix, Piratas del Caribe u otras series de mi infancia tales como Pokemon, Digimon o Yugioh. El vínculo de todas estas series y películas, al menos para mi, es la magia.

Además de ello, también me vino a la cabeza mi pasado como estudiante de informática y recuerdos de cómo el primer día nuestro profesor de fundamentos de programación nos dijo que hiciéramos un programa que contara palabras, y de ahí comenzamos a complicar las cosas, pasando a hacer otro que analizará versos de poemas, a programar un juego de la vida o a tocar una microplaca para emular una calculadora que sumaba y restaba. 

 

Cada vez que terminaba algo me sentía genial, porque había resuelto un problema con las herramientas que tenía, y, hasta cierto punto, estaba haciendo magia con el ordenador; el tema es que las posibilidades de estas herramientas son, hasta cierto punto, infinitas. El único límite es tu propio entendimiento.

Por eso, Silvia, ahora puedo contestarte a la pregunta de por qué me gusta tanto mi trabajo: porque me ha permitido volver a programar; porque me ha permitido recuperar esas sensaciones de poder hacer casi todo lo que yo quiera con las herramientas de las que dispongo y porque, precisamente, programar es lo más parecido que hay a hacer magia.

 

Federico Prieto